Cuento
Una noche, fría muy muy fría. Inesperada porque ya era mediados de mayo. Tomó control. Primero conmigo, empezó por el pecho, bajando lentamente por mi torso, haciendo círculos suaves con las yemas, firme. Sin parar. Llegando a mi vientre creando anticipación. No podía hacer nada, ya era muy tarde. Siguió, rodeándolo como quien toma un trofeo de primer lugar. Victoriosa.
Luego con movimientos cortos pero continuos seguía. Amando. Arrebatando. Esa fue la noche en que tomó vida propia. Durante la mañana pensé todo había sido un sueño, hasta que Monserrat, mi amiga de toda la vida con quien tomaba café, llegó a la casa por la dosis diaria. Sin esperar el primer sorbo, la tomó de la cintura sin dejar espacio entre los dos. Yo no sabía qué hacer. Estaba viva. Luego bajando lentamente así como hizo conmigo, recorrió su espalda. Ella estaba inmóvil, sin saber que hacer, sin entender que pasaba. Quizá fue mi cara, no combinaba con lo que hacía aquella tan segura, tan experta y yo tan nuevo e inútil. Llegó a las caderas dándose entrada sin invitación a esas nalgas perfectas. No voy a negar que siempre lo había pensado pero jamás pudiese haber actuado. Monserrat era para el café y las charlas. Pero no ese día, tomó una decisión y por consecuencia la tomó a ella. Quien la recibió con gemidos suaves y rincones húmedos. Fue hasta que decidió descansar, qué nos dio permiso a nosotros de hacerlo también.
Aún no sé cómo tomó vida y se hizo líder, dejándome acéfalo, incluso con dos cabezas . Después de ese día el café mermó y los toques reinaron. Creo que si Monserrat podría separarla de mi lo hiciese pero no se puede. Está atada a mi haciéndome esclavo de sus deseos.
Hoy ha llegado Jimmy. Es un colega de fuera, no habla mucho español. Tengo miedo de que pueda hacer.
–Por favor hoy no. Le pido.
Pero siento el fuego revolverse. Empieza en la axila bajando por el codo hasta que los dedos toman vida. Es ella quien domina. Espera. No así. Pero no hace caso. Toca el cuello blanco con venas azules sentado en la mesa. A diferencia de Monserrat empieza con cautela. Suave. Aún firme. Con lágrimas en los ojos no puedo detenerme. Siento el cuerpo rígido que se voltea. Mirándome con dos cristales azules. Espero lo peor. Ella sigue su trabajo ignorando lo que pienso. Espero. Ella sigue. Aprieto los labios, fuerte, siento la sangre bombeando a todo. Silencio. El estudio se tona gigante. Más silencio. Hasta que, su voz, sorprendente amistosa llena el espacio.
–Wow... That's a loving hand you got there my friend.
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